
Naturalmente, buscamos justificarnos a nosotros mismos.
Cuando hacemos algo, o hemos hecho algo que causa una ofensa y nos separa de los demás, y aún más importante nos separa de Dios, automáticamente tratamos de determinar una forma en que podamos justificarnos o justificar nuestras acciones ante sus ojos. Aquí es donde debemos confiar en Dios por fe, colocarnos ante Dios como culpables y confiar en Él para la justificación en Cristo.
No podemos justificar lo que dejamos de hacer, por lo que podemos hacer. Por ejemplo, podría afirmar que no tengo que compartir el evangelio cuando me cruzo con la gente en mi trabajo diario porque predico el evangelio desde el púlpito. Lo que hago, no justifica lo que no hago. La gente a menudo espera estar delante de Dios solo por las cosas que hacen, como ir a la iglesia, ayudar a los pobres, etc. o por no hacer ciertas cosas como robar, matar o mentir. La culpa no se borra con acciones. Por ejemplo, si lastimo a una persona, y luego voy y hago el bien a la siguiente persona, ¿está justificado mi mal? No. Tenemos que ser condenados y justificados por un juez.
Jesús, ante la condenación del juez, apoyado por la sociedad, no se justificaría a sí mismo, aun con todo el derecho de hacerlo, pues era completamente inocente, pero no lo hizo porque iba a justificar al resto de la raza humana. Si se hubiera justificado a sí mismo, nos habría condenado a todos. Cuando afirmo que no lo hice, o afirmo que estoy justificado porque mis motivos para hacerlo eran correctos, en realidad estoy condenando a otra persona, porque cada motivo incorrecto y cada acto incorrecto deben ser condenados, y nunca hay un acto incorrecto sin que haya un motivo pecaminoso que provenga de alguna parte.
Cuando nos declaramos inocentes ante Dios, incluso ante las personas sin haber sido justificados por Dios, proclamamos que nos hemos justificado, o que nunca fuimos culpables. O buscamos culpar a otros por lo que hemos hecho, o tratamos de negar la naturaleza pecaminosa que está dentro de nosotros al afirmarnos inocentes. Para ser justificados por Dios debemos declarar y confesar nuestra culpa. Dios no te condenará cuando reconozcas tu pecado ante Él, por grande que sea, pero te condenará cuando busques negarlo, o culpar a alguien más, o a alguna situación.
Es Dios, y solo Él es el que justifica
Debemos reconocer y confesar nuestra culpa.
Tito 3:7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
Gálatas 3:24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
Hay un pensamiento popular que anima a las personas a declararse inocentes. Generalmente se usa diciendo: "No es tu culpa". Y no debemos asumir culpas que no son nuestras, sino que el simple hecho de declararse inocente no quita la culpa. Otro que se usa, “Necesitas perdonarte a ti mismo”. Hay un par de cosas a considerar cuando se trata del perdón. Número uno, tiene que haber culpa, para que haya perdón. Decir que necesitamos perdonarnos a nosotros mismos es reconocer la culpa. En segundo lugar, la capacidad de poder tiene que ser mayor por parte del que perdona que del que comete la culpa. Si cometo el mal, entonces no tengo la capacidad de perdonarlo. Todo perdón que tiene valor eterno está siempre estructuralmente enraizado en Dios. Por último, nadie que se declare inocente ante Dios tiene o recibirá perdón o justificación. Dios está listo para justificar, lo que está esperando es alguien que esté dispuesto a declararse culpable, y a creer en su gran misericordia para justificar y salvar de la condenación eterna del pecado a aquellos que confiesen sus pecados a Dios.
